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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

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LA VERDADERA ESENCIA DE LO FEMENINO: POLIFACÉTICA Y PLURIEMPLEADA





Se solía decir que era muy difícil ser mujer en el sigo XX. Está claro que no resulta más fácil en el XXI. Seguramente nunca lo fue. Demasiados papeles para una única intérprete.


Emma Zunz revisitada en tres tiempos: Las caras de “lo femenino” que no vislumbró Borges

Salomé Guadalupe Ingelmo


Variaciones sobre un Espacio-Tiempo I: El Hilo de Ariadna

El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español. La condujo, a través de una interminable serie de pasillos y puertas, hasta una habitación, la habitación. Allí, una vez consumado su destino, inútil ya el hombre que se acababa de marchar, ella se vistió. Lo hizo lentamente. La premeditada meticulosidad con la que abrochaba cada pequeño botón le permitía no pensar en el recién revelado misterio. Ni ser consciente de su gesto asqueado y triste. Le permitía ausentarse transitoriamente de esa habitación y de ese cuerpo. O al menos, fingirlo. Pero también el tiempo, condenado a la prisión del espacio y la materia, es finito.
Consciente de su recién adquirido poder, proyecta salir en busca de venganza. De una única y universal aplicada sobre un solo hombre, uno en concreto, que habrá de expiar las culpas –quizá más bien la culpa– de todos los hombres: de los que ya han llegado y de los que, inevitablemente, habrán de venir. Pero una y otra vez su intención se ve frustrada. Una y otra vez se pierde en ese intrincado laberinto de pasillos y puertas que aún no domina. Una y otra vez acaba en la misma habitación, en la habitación.
Ella quiere salir, pero el hombre ha cerrado la puerta. La ha cerrado cada vez, una vez tras otra. Y esa acción repetida ha ido cobrando una fuerza incontrastable; imposible volver a abrirla. Ya no hay tiempo fuera de ese tiempo. Un tiempo en el que una vez tras otra se reproduce el origen, que es principio y fin simultáneamente Por eso la mujer regresa siempre a la habitación en la que hay un hombre, un hombre sueco o finlandés que no habla español, un hombre que es el primero y el último hombre: un único hombre, el hombre.


Variaciones sobre un Espacio-Tiempo II: Pandora Desencadenada

El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español. El hombre era, en realidad, un proyecto en la mente de la mujer. De una mujer que aún no era. Pues el hombre, por el momento, sólo se insinuaba como una idea vaga en otra mente. Una para la que, en aquel tiempo, sólo podía ser un sueño.
Y sin embargo ese nuevo diseño le turbaba: como un cuento trabado en la punta de la lengua. Como siempre que creaba una nueva historia, se le había revelado misteriosamente: súbito fogonazo inflamando una idea todavía tibia, que aún habría de modelar como un alfarero al barro. Un proyecto que por el momento no era siquiera carne de su carne o sangre de su sangre, que no era más que un duro hueso: no poético húmero sino prosaica costilla. Pero que un día, estaba seguro, se convertiría en su mejor creación.
Un día esa mujer que aún no era, sería. Y sería precisamente gracias a ese hombre. La mujer cifraría el sentido de su existencia en él. Por eso, para descifrarse a sí misma, incapaz de perdonarlo, le perseguiría para aniquilarlo. Y por eso, incapaz de perdonarse, lo aniquilaría para aniquilarse. Para poder partir de cero. Para retroceder no al principio de los tiempos, sino antes aún. Para retroceder antes del tiempo.
Una vez exterminado el hombre y su recuerdo, ella no habría de temer ya a la fracturada costilla. Y entonces la mujer estaría lista para renacer: para ser creada de nuevo. Esta vez, directamente del polvo. Sería el comienzo de otro tiempo.


Variaciones sobre un Espacio-Tiempo III: El Error de Atalanta

El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español. Mientras cumplía su destino inconsciente de ser instrumento de venganza, ella, ausente, planeaba. Concluido el repulsivo trámite sin el cual no podía existir paso sucesivo, el cerebro de la mujer volvería a otro espacio-tiempo, uno previo al turbador incidente. Éste perdería consistencia de golpe. Ya ni siquiera alcanzaría la categoría de anécdota irrelevante; sencillamente se esfumaría. No es que la experiencia hubiera de caer en el olvido, sino que jamás habría tenido lugar en la realidad de esa mujer. Ella volvería a ser la joven que fue antes de esa habitación. Pero al, tiempo, no. Porque para entonces el dolor y la rabia, más densos que el espacio y el tiempo, la habrían bautizado definitivamente con marca invisible pero indeleble; convirtiéndola en instrumento ejecutor.
Planeaba la venganza posterior, que la libraría de las cadenas que él andaba tejiendo torpemente con sus dedos sobre un cuerpo súbitamente extraño, uno que ni siquiera quería ya.
Sólo que algo habría de acabar saliendo mal. Porque su voluntad, la voluntad de venganza, se enfrentaba a otra imprevista pero no por ello menos sólida: la ajena voluntad de goce. Y esa voluntad no calculada acabaría imponiéndose; ella no lograría salir de esa escena sórdida que en su mente fue mero tránsito, medio para otro fin que ahora no alcanza. Así que la mujer, como en un sueño o una pesadilla, entrará una y otra vez en esa habitación en la que, una y otra vez, quedará reducida a instrumento para el placer ajeno, mientras inútilmente planea una venganza que jamás llega. Entonces ella descubrirá que su voluntad no es libre, que su ánimo nace sometido a un cuerpo. Uno propio o ajeno según el momento. Sólo una cuestión de espacio-tiempo: de banales detalles y circunstancias fortuitas.

La trilogía Emma Zunz revisitada en tres tiempos: Las caras de “lo femenino” que no vislumbró Borges fue originalmente publicada en Revista Monolito XXII (febrero-marzo), México: 2016, http://issuu.com/juanmireles/docs/monolito_xxii , p. 82-84.


Achille Parachini, Salomè

Alanis Morissette, I'm A Bitch


ÉXODO


Museo Arqueológico de Estambul, Campaña asiria contra los enemigos



Yo daría un consejo al Parlamento de Dinamarca: ¿por qué permanecer prisioneros de los falsos prejuicios o de la doble moral, maniatados por el qué dirán? Si total, por lo que parece, nadie tiene nada que decir al respecto. ¿Por qué no comenzar a extraer, entonces, las piezas dentales de metal? ¿Por qué no rapar el cabello?
No hay como una mente práctica para amortizar la miseria, para saber sacar partido hasta en el infierno.
Quizá consista en esto la tan cacareada esencia occidental.




Salomé Guadalupe Ingelmo, Dos testimonios de Sonderkommando en Auschwitz (FRAGMENTO), en Revista Destiempos (México) n. 42, Estudios y Ensayos, Diciembre 2014-Enero 2015, p. 50-86, http://www.destiempos.com/n42/Ingelmo.pdf  

Los Sonderkommando, como su propio nombre indica, fueron equipos especiales de prisioneros, casi siempre judíos. A ellos se les obligó, bajo amenaza de muerte, a desempeñar actividades relacionadas con la aplicación de la “Solución final”. Su función consistió en ayudar a desvestirse y entrar en las cámaras de gas a las víctimas, seleccionar sus pertenencias, extraer las piezas dentales de oro de los ejecutados y cortar el cabello que se vendía a la industria textil de los cadáveres femeninos[1], vaciar y limpiar las cámaras de gas después de cada sesión, acarrear e incinerar los cuerpos y deshacerse de esas cenizas.
La organización en los crematorios se asemejaba a una cadena de montaje. Así lo advirtió precozmente el corresponsal de guerra Vasili Grossman: El cadalso de Treblinka no era un cadalso sencillo: era un lugar de ejecución en cadena, método adoptado para la producción industrial contemporánea. Y de igual manera que un verdadero conglomerado industrial, Treblinka no surgió de pronto tal y como ahora la describimos. Creció paulatinamente, se desarrolló, creó nuevos «talleres»”. (Grossman, “El infierno de Treblinka”,538).



[1] Un grupo de Sonderkommando sacaban, con mucha dificultad, pues los cadáveres estaban rígidos y enmarañados entre sí amén de resbaladizos por los abundantes restos de fluidos, los cuerpos de la cámara y los llevaban a un atrio contiguo. Allí estaban los “barberos” y “dentistas” (Venezia, Sonderkommando, 80-81, 178). Éstos debían ejecutar sus labores velozmente para que, una vez extraído todo lo de valor,  los cuerpos fuesen transportados por otros Sonderkommando hasta los hornos.



Salomé Guadalupe Ingelmo, El horror pasó por Treblinka (FRAGMENTO), https://drive.google.com/file/d/0B6PMmRFcYuRbQjRBTkYzY0lITE0/view

Era una vez extraídos los cuerpos de las cámaras, que antes habían de airearse mediante un potente sistema de ventilación mecánica que se ponía en marcha durante unos veinte minutos, pues el efecto de gas Zyklon B se prolongaba en el tiempo, cuando a los cadáveres de las mujeres se les cortaba el pelo. Así lo aseguran todos los testimonios de los Sonderkommando sobrevividos, especialmente de los “barberos”. Pero además ahora contamos con pruebas forenses concluyentes: piezas textiles fabricadas con pelo humano y encontradas en Auschwitz, donde además aparecieron toneladas de cabello aún sin manipular, una vez analizadas, han revelado que en efecto el pelo con el que se manufacturaron contenía restos de Zyklon B, el veneno empleado en las cámaras de gas[1]. En ese momento se rescataba también todo lo que de valor pudiese tener el cuerpo: piezas dentales de oro, pendientes y anillos que hubiesen podido quedar puestos en la víctima a pesar de que se les había ordenado precedentemente que se despojasen de todo… Y entonces, sí, finalmente los cadáveres estaban listos para ser quemados en los hornos crematorios. Aunque, dado que el sistema no desaprovechaba nada, aún sus cenizas serían, en algunos casos, empleadas como abono[2].
Ciertamente no se trata más que “pequeños detalles”, aclaraciones que en nada afectan a la verdadera naturaleza del horror. Pues finalmente tanto el cabello de los reclusos que vivirían por el momento como el de aquellos que ya habían sido cremados, se almacenaba y vendía a las fábricas textiles igualmente.
El sistema no estaba dispuesto a dejar cabos sueltos: no podían quedar con vida prisioneros que hubiesen acumulado demasiada información sobre los métodos de exterminio. Por eso los Sonderkommando, casi siempre prisioneros judíos, eran a su vez regularmente exterminados. Muy pocos de ellos sobrevivieron, y de esos pocos la mayoría eligieron el silencio. No obstante los testimonios de algunos de esos hombres nos han ayudado a conocer los procedimientos aplicados en las cámaras de gas y los crematorios. Así Shlomo Venezia, judío sefardita nacido en Salónica y con nacionalidad italiana, Sonderkommando de Auschwitz-Birkenau durante ocho meses y medio interminables, proporciona detalles espantosos con una sinceridad admirable.
Shlomo, que precisamente desempeñó las funciones de “barbero”, explica cómo los cadáveres extraídos de las cámaras de gas por algunos Sonderkommando, pasaban después por las manos de los “barberos” y “dentistas”. Ambos trabajaban en el mismo espacio,  en un atrio adyacente a la sala donde las víctimas se desvestían antes de entrar en la cámara de gas[3]. Shlomo cortaba el cabello de las mujeres, especialmente si lo tenían largo, con unas tijeras grandes similares a las de poda y lo metía en sacos, Una vez “barberos” y “dentistas” habían acabado su trabajo, que debía realizarse a gran velocidad porque muchos cuerpos habían de ser revisados y eliminados cada día, los cadáveres estaban definitivamente en condiciones de ser trasladados a los hornos crematorios por otros Sonderkommando.
El cabello de los difuntos era usado para fabricar textiles: ropa como calcetines para los soldados, mantas, rellenos de los colchones suministrados a las tropas alemanas, tapicerías para distintos tipos de vehículos[4], sogas de uso naval e incluso juntas estancas para buques y submarinos, así como mecanismos de ignición para bombas[5]. El pelo de los prisioneros de los campos de concentración y de los exterminados en ellos pasó a sustituir al de caballo por resultar una materia prima aún más barata. Ciertamente el régimen apuraba bien a sus víctimas. Tras usar su fuerza de trabajo como mano de obrar esclava[6], los propios cuerpos eran exprimidos[7]: la grasa se empleaba para hacer jabón, los huesos para conseguir fertilizante… En el campo de Madjanek se usaba un molino mecánico para moler los huesos que aún salían enteros de los hornos crematorios. Según Shlomo Venezia en Auschwitz se usaba un gran martillo pilón con el mismo fin. Martillo que, por cierto, Otto Moll, a cargo de este campo, empleó para abrir el cráneo a uno de los presos de un grupo que se negaba a bajar al crematorio[8]. Chil Rajchman cuenta que en Treblinka se usaban unas mazas de madera; pero los prisioneros procuraban dejar, sin ser vistos, huesos enteros junto a las cenizas que enterraban: tenían la esperanza de que los verdugos no lograsen hacer desaparecer todas las pruebas del genocidio[9].



[1] http://www.europapress.es/internacional/noticia-empresa-alemana-uso-pelo-victimas-auschwitz-fabricar-material-textil-20090304120820.html
[2] Sabemos por el Sonderkommando de Auschwitz Shlomo Venezia que las cenizas de los no judíos resultaban especialmente rentables: parece ser que las SS anunciaban a la familia del fallecido que éste había muerto de una enfermedad y les ofrecían la posibilidad de comprar sus cenizas por doscientos marcos. Por eso la primera vez que Shlomo entró en el dormitorio de los Sonderkommando del crematorio en el que permaneció destinado en Auschwitz, encontró al lado de las camas nichos con casi doscientas urnas que contenían cenizas que habían de ser de varis personas mezcladas, a pesar de lo que se decía a los familiares y una placa de identificación en cada una (Shlomo Venezia, Op. Cit.,  p. 115).
[3] Shlomo Venezia, Op. Cit, p. 80-81, 178.
[4] Gracias a los testimonios de trabajadores de aquella época, empresas que siguen existiendo y que bajo el nazismo se vieron favorecidas por la venta de este tipo de material que se les podía suministrar en grandes cantidades y acabó moviendo una enorme suma de dinero siguen hoy en el punto de mira. Un ejemplo es la Schaeffler que curiosamente en origen fue de un empresario judío obligado a la huida por la represión nazi, fabricante alemana de componentes para coches (http://www.europapress.es/internacional/noticia-empresa-alemana-uso-pelo-victimas-auschwitz-fabricar-material-textil-20090304120820.html ). Otra empresa especialmente favorecida por este mercado fue la Firma Alex Zink, que producía fieltros.
[5] Se pueden consultar, por ejemplo, fuentes del centro de recursos para la educación sobre el genocidio perpetrado sobre los judíos, el Birmingham Holocaust Education Committee: http://www.bhamholocausteducation.org/powerpoint/notes-the-holocaust.pdf , p. 173. También Vasili Grossman, Op. Cit., p. 528.
[6] Que, como en el caso de los campos franquistas, se alquilaba a las empresas afines al régimen. De entre las muchas familias y empresas que se aprovecharon de esa práctica para enriquecerse podemos citar algunas muy conocidas: IG-Farben, Thyssen, Krupp, AEG, Siemens, Daimler-Benz, Photo AGFA, Banco de Dresde, Volkswagen, Bayer, BMW, Heinkel, Telefunken…
[7] Qué mejor ejemplo de ese “espíritu de ahorro mezquino” que según Vasili Grossman habría caracterizado a los alemanes (Vasili Grossman, Op. Cit., p. 510).
[8] Shlomo Venezia, Op. Cit, p. 97.
[9] Chil Rajchman, Op. Cit., p. 94-95.




Primo Levi, Si esto es un hombre

En un instante, con intuición casi profética, se nos ha revelado la realidad: hemos llegado al fondo. Más bajo no puede llegarse: una condición humana más miserable no existe, y no puede imaginarse. No tenemos nada nuestro: nos han quitado las ropas, los zapatos, hasta los cabellos; si hablamos no nos escucharán, y si nos escuchasen no nos entenderían. Nos quitarán hasta el nombre: y si queremos conservarlo deberemos encontrar en nosotros la fuerza de obrar de tal manera que, detrás del nombre, algo nuestro, algo de lo que hemos sido, permanezca (Levi, Si esto es un hombre, 13).



Selección en la rampa de Birkenau por David Olère



La esperanza (B.S.O de La lista de Shindler), John Williams y Itzhak Perlman 



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DE ELLOS SERÁ EL REINO DE LOS CIELOS




Una noche un musgaño entró en la choza y se puso a lamer y a morder los pies sangrantes de Francisco. Sobresaltado, éste le habló dulcemente, como a un niño: «¡Hermano musgaño, me duele! ¡Hermano musgaño, te lo suplico, vete, me duele!»
Una mañana lo encontré completamente desnudo, tiritando, en su jergón.
—¡Padre Francisco! ¡Hace un frío terrible, por qué te has desnudado!
—He pensado —me respondió castañeteando los dientes—en todos los hermanos que tienen frío en el mundo. Como no puedo calentarlos, me castigo teniendo frío como ellos.
—Me pregunto qué será de los hermanos que se han marchado a predicar —me dijo la mañana siguiente—. Noche o día no dejo de pensar en ellos. Un musgaño ha venido a visitarme y me ha distraído un momento, pero era un buen musgaño, le pedí que se marchara y me obedeció en seguida. Y ahora, espera. Aguardo a un mensajero que me traerá noticias.
Apenas acabó de hablar cuando Gennadio, uno de los más candorosos y de los más amados entre nuestros hermanos, se mostró en el umbral, descalzo, cubierto de heridas pero feliz. En los años heroicos, al comienzo de nuestra hermandad, solíamos reír con sus bromas.
Un día un hermano cayó enfermo. «¡Ah, si tuviera una pata de cerdo para comer!», gemía en su fiebre. Sin esperar, Gennadio se precipitó al bosque vecino, buscó y encontró a un cerdo que se alimentaba con bellotas, le cortó una pata, volvió corriendo a la Porciúncula. la cocinó y se la dio al enfermo. Al saber el hurto, Francisco regañó a Gennadio: «¿No sabes que no debes tocar lo ajeno? ¿Por qué hiciste eso?». «Esta pata de cerdo ha alegrado tanto a nuestro hermano que no tendría remordimientos aunque hubiera cortado las patas de cien cerdos», respondió Gennadio. «Pero el desgraciado guardián de cerdos llora y se lamenta buscando al culpable por toda la selva». «Y bien, hermano. Francisco. iré en su busca y me haré amigo de él, no temas».
Corrió al bosque, encontró al campesino, se arrojó en sus brazos y le dijo: «Hermano, soy yo quien cortó la pata de tu cerdo, no te enfades, escúchame. Dios hizo a los cerdos para que los hombres los coman. Un enfermo gritaba "No me curaré mientras no coma una pata de cerdo". Entonces tuve piedad de él, corrí a la selva encontré el cerdo, le llevé la pata, la cociné bien y se la di. Ahora, mi hermano está bien, ruega por el dueño del cerdo e intercede ante Dios para que le perdone sus pecados. No te enfades, y ven a mis brazos. ¿No somos todos hermanos, hijos de Dios? Has hecho una acción piadosa y te he ayudado a cumplirla. Ven, abrázame». Y el campesino, furioso al principio, se calmó poco a poco y acabó por arrojarse en los brazos de Gennadio. «Te perdono, pero por el amor de Dios, no lo hagas otra vez». Cuando Gennadio le contó su conversación con el campesino Francisco rió de buena gana. «¡Lástima que no tengamos todo un pueblo de Gennadios como éste!» 
                                                                                                                                       Nikos Kazantzakis, El pobre de Asís


Baco Ceres y Cupido por Hans von Aachen
Baco Ceres y Cupido, Hans von Aachen



Loreena McKennit, God rest ye merry gentlemen

EL VOTO MÁS ÚTIL



Llevo oyendo hablar del "voto útil" prácticamente desde la primera vez que me acerqué a una urna electoral. Durante décadas, las mismas trompetas anunciando el Apocalipsis si alguien osaba censurar, polemizar, objetar o siquiera reflexionar por cuenta propia. Y así hemos llegado a tener candidatos puestos a dedo y aparentemente más preparados para pasar un casting de televisión que para dirigir nuestros destinos.

Tanto miedo gratuito inculcado a un país en el que el miedo justificado, el provocado por la represión y el régimen dictatorial que la ejercía, había calado comprensiblemente hasta lo más hondo. Un miedo, por ello, doblemente ignominioso para quienes lo han alimentado interesadamente. Y todo ¿para qué? ¿Para qué elevados fines que justifican cualquier medido? Todo para vivir indefinidamente de las rentas, con las posaderas bien asentadas en el cargo. Sin dar palo al agua, dilapidando lo poco construido. Traicionando, por principio, la confianza obtenida gracias a la inocencia de la víctima o al más burdo chantaje. Una y otra vez, participando de la "fiesta de la democracia" bajo amenaza.

Sigo pensando que el voto útil es aquel que te permite dormir tranquilo por las noches, el que no hace que te avergüences de ti mismo; el que no ha sido arrancado apelando al pobre argumento del mal menor.

Por eso, si volvemos a los colegios electorales en unos meses, mi voto, ése presuntamente inútil, volverá a ser el mismo. Llamadme testaruda si queréis. Si hay que desbloquear la situación y lograr la gobernabilidad a costa de que el ciudadano traicione a su conciencia, que no cuenten conmigo. Mi voto fue "útil" durante algún tiempo de infausto recuerdo, pero no se puede vivir eternamente bajo el fantasma del miedo.


José de Ribera - San Judas Tadeo
San Judas Tadeo, José de Ribera


Metallica, Nothing else matters



¿A QUE NO SABÉIS LO QUE ES ESTO?




Casi seguramente se hará necesaria una ayudita. Pues bien, se trata de algo que responde al curioso nombre de calculador de derrotas.
En el Museo Naval de Madrid, en la Sala IV correspondiente a los reinados de Felipe V y Fernando VI, conservamos el más antiguo de estos muebles-instrumento conocidos en España.
El marqués de la Victoria, en sus esfuerzos por divulgar la Táctica, inventó este cacharrito. Se trataba de una mesa de maniobras y ejercicios alrededor de la cual se reunían oficiales y alumnos para analizar y discutir posibilidades de movimientos sobre un tablero que era, a la vez, ábaco calculador de derrotas y registro de rumbos y distancias recorridas.
¿Qué a qué viene sacar el tema ahora? Lo comento sólo por tener argumento de conversación, para no recurrir al manido tiempo.



Paul Delaroche - Napoleón la víspera de su abdicación en Fontainebleau
Paul Delaroche, Napoleón la víspera de su abdicación en Fontainebleau



The Doors, The End



QUE VIENE EL COCO




No sé si lo había mencionado antes, pero seguimos en campaña.



Francisco de Goya, QUE VIENE EL COCO
Francisco de Goya, Que viene el coco


Queen, I Want It All

PORQUE DECIDISTE SOSTENERME

Edgar Degas Miss Lala en el circo Fernado
Edgar Degas, Miss Lala en el circo Fernado



Hoy quiero recuperar una vieja entrada de hace algunos inviernos. Aquí os la dejo de nuevo.

Para ti, con todo mi amor, porque decidiste sostenerme cuando más lo necesitaba. Y todavía me sostienes. Sí, lo hemos comprobado con el tiempo.




¿Estoy avanzando o en realidad retrocedo? Podría estar caminando de espaldas: a veces son engañosas las apariencias ¿O sencillamente me limito a converger conmigo misma en un punto que se finge centrado? ¿Serán ésas las huellas de la concordia? ¿Habrán firmado la ansiada paz ambas mujeres?

Y no sé por qué sospecho que, con permiso de la geometría, podría estar caminando en círculos una vez más. Como otros caminan en sueños. Porque quizá tenga el vicio de cerrar convicciones sobre sí mismas una y otra vez, una y otra vez. Igual que cierra un estupor el niño en su
nuevo cuaderno de caligrafía.

Lista para volver a trabajar sin red. ¿Vas a atraparme al vuelo? ¿Me sostendrás o, sencillamente, permitirás que me estampe contra el suelo?

Si has pensado sólo por un segundo “¿se estará dirigiendo a mí?”, me debes una respuesta. Pero no la quiero; de nada me sirve. Habremos de comprobarlo con el tiempo.

                                                                                                                                     (S. G. I., Hervás, 22 de febrero de 2011)


Led Zeppelin, All my Love


Y UN JAMÓN



No sé por qué, pero cada día me cuesta más distinguir las campañas electorales de las promociones que actualmente a todas horas ‒incluidas, por supuesto, las más intempestivas‒ nos ofrecen las empresas de telefonía.
El mismo irresistible cóctel de impertinencia y mendacidad. La misma adorable mezcla de desparpajo y estulticia. Las mismas ganas, eso sí, de darlo todo; de salir al paso sea como sea. Porque los nuestros, en efecto, son políticos verdaderamente todoterreno. Que lo mismo te canto que te bailo que te lanzo a la cara unos datos que, al margen de no ser ciertos, hasta anoche, por supuesto, ni siquiera me he molestado en aprendérmelos.
Sólo haría una petición a nuestros representantes. Ya que no pueden evitar dar el espectáculo, que al menos, por favor, no sigan optando por los deportes de riesgo. Por mucho que se lo pida Calleja. Porque el rápel, rafting, puenting y todo lo demás, aunque les coloquen casco en la cabeza, parece que podría tener consecuencias sobre quienes dirigen o pretenden dirigir nuestros destinos. Lo mismo es que los daños ya eran previos. Recemos para que, al menos, no se revelen irreversibles.
En definitiva, estamos en campaña electoral y encima ‒jo, jo, jo‒ es Navidad. Así que, como en cualquier otra promoción: todo lo que tú quieras y, además, un jamón.


Georges de La Tour, El tahur
Georges de La Tour, El tahúr

Queen, I Want To Break Free 



PARA JOSÉ MARÍA ROJO MONFORTE, JUAN JOSÉ BARRIOS SÁNCHEZ Y TODOS LOS VECINOS DE GUIJO DE GRANADILLA

Casa Museo Gabriel y Galán de Guijo de Granadilla
Casa Museo Gabriel y Galán de Guijo de Granadilla



A LA SOMBRA DEL ABUELO
Salomé Guadalupe Ingelmo

Dedicado a todos los protagonistas, a los que aún nos acompañan y a los que no. Muy especialmente, a la memoria de la incansable tía Chon.
           


−Bebe algo entre tanto.
Su padre parece radiante; raras veces que se reúnen para comer en familia. La vida se ha vuelto tan frenética… Aunque esa casa aún parce un remanso de paz, un refugio.
Mientras se sirve un licor de hierbas, contempla las manos huesudas de su bisabuelo, en apariencia hábiles a pesar de la edad.

***
Los dedos ásperos ejecutan el familiar rito con insospechada delicadeza. Ni un poco de pólvora se pierde.
−La munición es muy cara; no puede desperdiciarse. −explica a su nieto−. Esos bichos tienen la frente dura; a veces los proyectiles rebotan. Pero si aguantas la embestida, si resistes inmóvil hasta que el animal haya llegado a tu altura, tienes unos segundos para dispararle tras la oreja. Es infalible.
El pequeño asiente con la boca abierta.
Por eso Juan “Chaparro”, con su pequeña estatura y su aire sosegado, es el cazador más respetado de Guadalupe. A él acuden los ricachones en busca de monterías como la del día siguiente. Aunque ésa será distinta: por primera vez le acompañará su nieto favorito.
−Ya sabes, Juanito. Si el guarro saliese vivo, no intentes usar la escopeta; no tendrías tiempo. Tírala al suelo y súbete a un árbol recio. Enfurecidos, se llevan cualquier cosa por delante. Ante todo, prudencia. Recuerda la pierna de tu primo, abierta de arriba abajo. Jamás persigas a uno herido, ni intentes rematarlo con el cuchillo. Cuando te tiente hacer una tontería, piensa en esa cicatriz; la llevará toda la vida. La caza no es un juego. En ella hombre y animal miden sus fuerzas, y han de hacerlo con honor, limpiamente –instruye al muchacho.
Las caballerías resoplan asustadas. Como tantas veces, ha instalado a los forasteros dentro del castaño Abuelo; pero ha decidido pasar la noche al descubierto junto a su nieto. Quiere que el chiquillo pueda ver las estrellas. Además algo le empuja a alejarlo de esos hombres.
−Juanito, no te asustes −susurra−. Los lobos van a pasar. No te harán nada, hijo. Cúbrete con las mantas: la manada saltará sobre el bulto y seguirá su camino. No traen hambre.
Y en efecto todo sucede exactamente como pronostica el abuelo. Igual que en un sueño, los animales saltan ágilmente, sin hacer ruido. Con el corazón acelerado, el muchacho comprende que jamás volverá a vivir una experiencia igual.
A la mañana siguiente sólo unas huellas entre las hojas caídas delatan la inesperada visita. Los forasteros ni siquiera se percatan. Abuelo y nieto sonríen cómplices y guardan su secreto: ellos no pueden entender.
Emprenden el regreso. La caza ha sido buena, pero ellos no se muestran satisfechos; nunca parecen tener suficiente. Si salen liebres, querían conejos; si perdices, palomas… Incluso los dos jabalíes que al principio alabaron, ahora suscitan indiferencia. Juan “Chaparro” dirige una melancólica mirada a los trofeos. No se merecen nada, se dice. Cuando un disparo interrumpe su pensamiento. Uno de ellos ha abatido un águila real; el animal yace muerto en el suelo.
−¿Qué les dije antes de salir? No se tira a nada que no se coma. No conmigo. La próxima vez, búsquense a otro –zanja decidido; él tiene sus normas.
El resto del camino se recorre en silencio.

***
−¡Máxima! –llama en el humilde zaguán.
−Es inútil que grite, padre –responde su hija desde la cocina, donde se hace vida familiar−. Una vecina vino de buena mañana: tenía una culebra en casa y pensaba deshacerse de ella. Ya sabe usted cómo es madre: “no la mates, pobrecita. Ya la convenzo yo de que se vaya”, dijo. Y para allá que marchó con un cuenco lleno de leche. Luego mandaron a buscarla para que recompusiese los huesos a un chiquillo; una caída. Y aún no ha vuelto. Por el camino habrá encontrado a alguien más… Acércate al fuego, Juanito, que traerás frío. ¿Te has divertido?
El pequeño asiente con vehemencia.
−Pero, padre, un águila… Madre se enfadará; le costó tanto preparar aquella que encontró usted malherida y hubo de rematar por piedad...
−Qué quieres que haga. Así son los señoritos. Ya no tenía remedio; no quise desperdiciarla. En esta casa todo lo que se mata, se come –afirma inquebrantable.

***
El noticiario salta de los incendios provocados por la estupidez humana a los provocados por la maldad humana. Rapaces envenenadas, caza furtiva… Les quitamos lo que era suyo y ni siquiera nos basta, se dice.
La voz del presentador se convierte en un ruido confuso: súbitamente el retrato de su bisabuelo se le antoja el único mensaje razonable. “Ya no hay reglas del juego”, murmura mientras lo acaricia ensimismada. El hombre, un anciano sencillo de pueblo, mira al frente: ni orgulloso ni avergonzado; simplemente, sereno. Nunca debió nada a nadie, jamás hizo daño a sabiendas. No tomó más de lo que necesitaba ni dio menos de cuanto pudo; en su casa, aunque sólo hubiese sopa, la puerta siempre estuvo abierta. Se fue como vino al mundo: pobre pero honesto.
–Ya acabo –anuncia su padre desde la cocina–. Mucho trabajo, verdad, hija. Seguramente tienes prisa.
–No mucha –miente. Quizá haya descubierto de golpe sus prioridades–. Papá, cuéntame otra vez…
Ha oído esa historia cientos de veces. Tantas que ahora teme no haber escuchado con suficiente atención desde hace algún tiempo. Y ella no quiere olvidar. Es Día de Todos los Santos, día para el recuerdo.
Su padre, portando una bandeja de embutidos y queso, precede al seductor aroma de la caldereta de cordero que aún canturrea bajito al fuego.
–Pues verás, cuando yo era pequeño…


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José María Gabriel y Galán por Alejandro Cabeza / Colección Casa Museo Gabriel y Galán de Guijo de Granadilla, Salomé Guadalupe Ingelmo, Ángel Ganivet, Joaquín Sorolla, Ignacio Pinazo, Julio Peris Brell, Jose Mongrell, Eugenio Hermoso, Adelardo Covarsi, Cecilio Pla, Antonio Muñoz Degrain, Emilio Sala, Francisco Domingo, José Benlliure, Ramón Casas, Santiago Rusiñol, Ignacio zuloaga
José María Gabriel y Galán por Alejandro Cabeza / Colección Casa Museo Gabriel y Galán de Guijo de Granadilla


El presente retrato forma parte de la colección de la Casa Museo Gabriel y Galán de Guijo de Granadilla. Otro retrato del poeta obra de Alejandro Cabeza, una interpretación radicalmente distinta del personaje, pertenece a los fondos permanentes del Museo Provincial de Cáceres. Además del busto presente en la plaza donde se encuentra la Casa Museo, sendas esculturas del escritor fueron realizadas por Juan Cristóbal (ubica en la Plaza Gabriel y Galán de Salamanca) y Enrique Pérez Comendador (la emplazada en el Paseo de Cánovas en Cáceres). Alejandro Cabeza es autor también de un retrato del escultor de Hervás Enrique Pérez Comendador, obra integrada en la colección del Museo Provincial de Bellas Artes de Badajoz.


Pepe Extremadura, El embargo 


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