.

.

DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

Mostrando entradas con la etiqueta EN MEMORIA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta EN MEMORIA. Mostrar todas las entradas

La imperfección del círculo

Salomé Guadalupe Ingelmo


Efectivamente, la historia es una noria que gira en un pernicioso círculo vicioso. El otro día, escuchando hablar sobre los crematorios portátiles que parece ser se están utilizando para hacer desaparecer los cuerpos de los civiles ucranianos ejecutados y también de algunos soldados rusos caídos —un número demasiado elevado de bajas no sería bien acogido en casa—, no pude por menos que pensar, amén de en los hornos crematorios utilizados por los nazis, en el molino portátil para machacar huesos que se empleó en el campo de Majdanek.

El fragmento que sigue pertenece a mi relato La imperfección del círculo, premiado allá por el lejano 2008 y que podréis leer en su totalidad desde el apartado “Textos en línea” de mi página.



 

[...]

En Lublin sentía que me secaba. Tenía la sensación de que mi trabajo como periodista me robaba la inspiración. A menudo, tras haber redactado prosaicos artículos sobre temas que no me interesaban en absoluto, advertía que ya no me quedaban ganas de escribir mis propias obras. Tenía la dolorosa sospecha de que el periodista que era estaba asesinando poco a poco al escritor en el que estaba convencido que podía convertirme. Tenía muchas cosas que contar y compartir, pero no conseguía que cobrasen forma definitiva. Y eso me frustraba terriblemente.

Un día decidí que había llegado el momento de hacer algo al respecto y, tras consultar con mi esposa, tomé una decisión drástica. Ella era una mujer maravillosa que siempre me apoyaba en todo. Me ayudó a encontrar el valor suficiente para cambiar totalmente de vida. Cuando en el periódico se enteraron de que me despedía para trasladarme a las afueras y que mi intención era convertirme en molinero, me tomaron por loco. Y la verdad es que no puedo reprochárselo.

En Polonia hay hermosos molinos antiguos. A Rachel, mi esposa, le habría gustado tener un molino de agua para vivir al lado de un río, pero yo me empeñé en que comprásemos un molino de viento. Para mí no era un capricho y mucho menos, un detalle baladí. Lo consideraba un acto simbólico: finalmente me enfrentaría a mis monstruos como Don Quijote. Pero además esperaba que se convirtiese en un pretexto para cultivar mi espíritu, para rebuscar en mi interior el ruah, el viento que Yahweh insufló en Adán y gracias al cual éste adquirió alma y dejó de ser un simple pedazo de arcilla.

Si bien soy creyente y practicante, no me he considerado nunca un hombre especialmente devoto. Mis anhelos eran algo más, algo que iba mucho más allá de lo puramente religioso. Necesitaba encontrarme a mí mismo, y estaba convencido de que una vida sencilla podía ayudarme a ello.

Pese a nuestra torpeza inicial en el uso del molino, nuestros nuevos vecinos nos acogieron con entusiasmo e infinita paciencia. Rachel se encargaba de un pequeño huerto y algunos animales para uso doméstico. El trabajo cotidiano nos permitía satisfacer nuestras pocas necesidades materiales. Éramos muy felices. Finalmente conseguía escribir y sentirme orgulloso de lo que escribía.

Pero un día toda esa felicidad desapareció para siempre.

–Lo siento. Un incendio, supongo ―interrumpe el joven, que hasta ese momento ha mantenido un respetuoso silencio–. Ese tipo de accidentes no son tan raros en los molinos, dada la facilidad con la que arden los sacos de grano que en ellos se acumulan.

–No, no fue un incendio. El molino sigue en pie aún hoy, aunque ya no es mío. Nos fue confiscado hace mucho tiempo. Ahora, afortunadamente, se ha convertido en parte de un museo etnográfico al aire libre.

–Y entonces, ¿qué pasó? –indaga impaciente.

–Pasó el Nazismo, muchacho.

El anciano mira los ojos del joven desconocido y se decide a contar finalmente el resto de su historia. No se advierte rencor en sus palabras, sino sólo melancolía. Un tibio sentimiento que contrasta con las atrocidades que se dispone a narrar. Habla despacio, con una calma casi irreal. Como si estuviese contando la historia de otro o, más bien, el argumento de una novela. Sólo se le quiebra la voz cuando menciona a su esposa. El joven sospecha que es precisamente ése el motivo por el que apenas habla de ella. Hace mucho tiempo decidió no permitir que controlasen sus emociones, y ni siquiera quitándole lo que más quería han logrado quebrantar su decisión.


El Tercer Reich invadió Polonia. Sus tropas entraron en Lublin el 18 de septiembre de 1939, e inmediatamente empezaron a imponer medidas raciales. Los intelectuales fueron los primeros eliminados. A los que presuntamente éramos trabajadores manuales se nos imponían trabajos forzados. Sin embargo no les bastaba con que trabajásemos para ellos. Un día, en 1941, un grupo de soldados vino a por nosotros. Nos enviaron al gueto de Lublin. Volvíamos a la vida de la ciudad, ésa de la que habíamos huido para encontrarnos a nosotros mismos; pero ahora en peores condiciones que nunca. Aunque parece que en los guetos de Varsovia y Lodz se estaba mucho peor aún. Me concedieron un permiso de trabajo para una de sus fábricas, y gracias al mercado negro no pasamos demasiadas penurias. En 1942 nos trasladaron al nuevo gueto de Majdan Tatarski, en los suburbios de Lublin. En noviembre de ese año nos deportaron al campo de Majdanek, nuestro destino final.

La vida allí era extremadamente dura. Yo logré soportarla. Rachel no.

Los hornos crematorios no conseguían consumir del todo los cuerpos de las víctimas extraídas de las tres cámaras de gas del campo. Era frecuente que algunos huesos resistiesen al fuego, y entonces había que reducirlos a polvo de otra forma. Probablemente lo que quedaba de mi pobre Rachel acabó en el molino de huesos. Aquel era totalmente distinto del que nos había dado la felicidad por un breve espacio de tiempo. Se trataba de una pequeña máquina de frío metal, fácil de transportar. Funcionaba con sucio gasóleo, no con viento puro como el que se había convertido en nuestro hogar. El nuestro había sido un molino de vida, mientras que éste era un mecanismo de muerte. Aunque, paradójicamente, las cenizas de hombres, mujeres, niños y acianos se vendían como fertilizante, por el fosfato de los huesos.

Si dejabas de ser útil como mano de obra, pasabas a serlo como materia prima. Las pobres ropas y calzado de las víctimas, las gafas e incluso sus prótesis se aprovechaban. Arrancaban las piezas dentales de oro y las mandaban a Berlín para que fuesen fundidas. El cabello también se vendía a las industrias textiles. Dicen que incluso la grasa de algunos cuerpos era usada para fabricar jabón.

El sistema era como un gran aparato digestivo capaz de nutrirse de casi todo. No le hacía ascos a nada. Todo era reabsorbido y reutilizado. Casi nada terminaba excretado.

Fuimos pocos los que sobrevivimos a la masacre del 3 de noviembre de 1943. Decidieron cerrar el campo y mandaron una unidad especial de SS para fusilar a los que aún vivíamos. Lo llamaron “Festival de la cosecha”. Los disparos casi lograban acallar la música de Wagner que los altavoces difundían a todo volumen. Afortunadamente estábamos demasiado cerca de Ucrania y no les dio tiempo a llevar a término sus planes.

[...] 


La humanidad, con insensato entusiasmo, parece siempre dispuesta a volver a su casilla de salida.


JAN KOMSKI, quemando los cuerpos de la camara de gas
Jan Komski, Quemando los cuerpos de la cámara de gas


Remembrances (La lista de Schindler)

El Grito




     Los mismos métodos que los nazis. El ejército ruso, con sus crímenes de guerra —que no se pueden justificar mediante el acatamiento de las órdenes—, ha conseguido borrar de un plumazo su papel en la liberación de los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Un genocidio es un genocidio independientemente de sobre quién se perpetre.

     ¿Quieren de verdad los rusos seguir teniendo un asesino como presidente? Si no es así, ha llegado el momento de dar un paso decidido al frente. De lo contrario, deberemos entender que comulgan mayoritariamente con el carnicero y apoyan un régimen fascista y sanguinario.

     Y lo mismo vale para el resto de países: si no simpatizamos con la barbarie ha llegado el momento de tomar medidas severas y determinantes de aislamiento total a Rusia, aunque las sanciones nos generen trastornos. Cuando no se saben respetar las normas más básicas de coexistencia sólo queda vivir aislado.

    Seguramente las atroces imágenes han sido manipuladas por los mismos que se inventaron los campos de exterminio nazis. Las excusas son las mismas cuando los verdugos son los mismos, se pongan la etiqueta que se pongan.

      Entre tanto, que esas imágenes se impriman de forma indeleble en la retina. Porque, de un modo u otro, aunque no en la misma medida, somos todos responsables de ellas.

 

 

Nina Marchenko, Holodomor
Nina Marchenko, El ultimo viaje (Holodomor)


Folknery, Vyplyvalo utenia / Фолькнери, Випливало утєня

EL MAUSOLEO DE MANUEL, QUE NACIÓ EN ESPAÑA

 


BELCHITE 

Un día tuvo rostro.

Hoy, son miles...

que pesan sobre quienes aún saben

lo que es la conciencia.

No se trata de memoria,

sino de decencia.

 

Con flores silvestres

tapiza la primavera vuestra espera,

pero eso no basta.

En cada casa de este país,

el peso de la sangrienta historia cuece

habas.

 

Un puchero que ya,

cuarenta años atrás muerto el perro,

aún produce rabia.

                                                       (S. G. I., Madrid 28/10/20211)

 

Entre esos cuerpos torturados y maniatados, encontrados en las fosas comunes de Belchite, pudieran estar los de varios familiares de Joan Manuel Serrat. Sólo por dar un nombre. Porque en este país, tristemente, casi cada familia se vio salpicada por la atrocidad de la guerra y los crímenes perpetrados a posteriori sobre el vencido. Un genocidio en toda regla.

Parece que ascienden a 125.000 euros los gastados por el Estado en la nueva tumba de Francisco Franco en el cementerio de Mingorrubio-El Pardo (Madrid). Pongan sus descendientes reconocidos y legales el grito en el cielo o no, no es un mausoleo faraónico construido con la sangre y el sudor de presos políticos ni regado con los rezos diarios, pero nadie dudaría que se trata de un enterramiento muy digno.

Entre tanto, incluso décadas después de la muerte del dictador, muchos otros no descansan. Y para sus familiares el lecho se vuelve de abrojos y llagas.

No es piedad o revancha lo que se pide, sino justicia. Mientras una parte de este país siga sin entenderlo y la otra parte esté dispuesta a aceptar las bastardas reglas del juego impuestas a la muerte del carnicero, mientras sigamos prisioneros de aquel antiguo miedo a que la incipiente democracia se fuese al garete, no seremos una sociedad libre ni digna de respeto.



Manuel, Joan Manuel Serrat

She'll put a spell on you

Marie Laveau
Marie Laveau


Hoy, 8 de marzo, vamos a recordar a una gran mujer, Mary Laveau, a quien, según testigos, se vio caminando entre los vivos aún en la década de los treinta del pasado siglo XX, más de cincuenta años después de su defunción, acontecida en junio de 1881. 

Hoy brindo por todas las mujeres que, como Lázaro, se han levantado de su tumba y, contra todo pronóstico, han echado a andar. Por todas aquellas que, incluso con heridas y cicatrices, han sobrevivido a su propia muerte. Porque, en efecto, todo lo que no te mata te hace más fuerte. Y si no lograron aniquilarte la primera vez, puedes estar segura de que ya nada conseguirá fulminarte.


Marie Laveau por Frank Schneider (1920). Replica del original pintado en 1835 por George Caitlin
Marie Laveau por Frank Schneider (1920).
Replica del original pintado en 1835 por George Caitlin


Redbone, The Witch Queen Of New Orleans




Volveremos a encontrarnos

 

Castañar del Duque 2010

El tuyo fue siempre el mejor sustrato; ibas a recogerlo al castañar. 

Que la tierra te sea leve y te acoja con el amor que merece toda una vida de dedicación a los demás. Nos veremos al otro lado. Allí también nos cruzaremos en el monte, temprano, mientras los demás aún duermen. Ambas cambiaremos unas breves palabras y nos despediremos en la niebla con un leve movimiento de cabeza: tú seguirás camino hacia casa, a cuidar de tus plantas y a faenar en la cocina; yo tiraré hacia las cumbres, a reencontrarme con los míos, con todos los que, como tú, partieron antes y ya están esperando.


Gladiolos, Castañar del Duque 2010


Coronach, Jethro Tull 



FRUTOS DE INVIERNO


caqui Salome Guadalupe Ingelmo
Viejo caqui, aun a su edad, cargado de frutos


Deberían haber sido sus años más serenos, de reposo y certezas: un merecido descanso tras una vida de fatiga. Y sin embargo… para algunos la paz será eterna.
Ahora habrá de ser el Tribunal Supremo quien depure, de existir, responsabilidades por las circunstancias que rodearon las muertes de los 5.979 ancianos fallecido por COVID-19 —1.251 casos confirmados mediante PCR y 4.728 con síntomas compatibles— en residencias de la Comunidad de Madrid durante lo peor de la epidemia. Las pruebas parecen demostrar que el 80% de los afectados, a pesar de estar enfermos, no fueron derivados a los hospitales para ser tratados allí. Únicamente se les dispenso cuidados paliativos, no curativos.
Y ello no porque los centros, a quienes la administración regional dejó abandonados, no hiciesen todo lo posible por ayudar a los residentes; sino porque los responsables regionales de Sanidad, mediante un protocolo que imponía instrucciones con criterios de selección discriminatorios, prohibieron el traslado de pacientes muy dependientes —como los ancianos con demencia moderada o grave—, discapacitados e incluso enfermos oncológicos y de otro tipo debilitados, más especialmente aún si eran de edad avanzada. Aunque de esta cruel criba quedaron exentos quienes disponían de un seguro privado, un salvoconducto que, parece ser, aun en una sociedad democrática, concede más opciones para la vida.
Parece que estas directivas fueron enviadas incluso a los centros de salud, para que los médicos que visitaban a este género de pacientes en sus domicilios evitasen la derivación a los hospitales y recomendasen la atención en el propio hogar
La comunidad se defiende argumentando que ese documento era únicamente un borrador. Algo que ha sido repetidamente desmentido por diversos implicados. Las excusas son inconsistentes: primero era un borrador, luego no se llegó a enviar, después se modificó…
No deja de resultar llamativo que los macabros hechos se hayan producido en una comunidad gobernada por partidos notoriamente contrarios a la regulación de la muerte digna. Es decir, que recurrir a una eutanasia legal por petición del interesado —una necesidad desatendida durante demasiado tiempo, ahondando gratuitamente en el dolor de situaciones de por sí dramáticas— no, porque es asesinar; pero que las administraciones tengan la potestad de decidir arbitrariamente y por motivos espurios sobre la vida o la muerte de los ciudadanos, eso está muy bien.
Aunque no querría malmeter, la siniestra circunstancia —“anécdota, según la señora Ayuso— trae a la memoria otro gobierno de infausto recuerdo y su proyecto de eugenesia: Tercer Reich, con el fin de lograr la “higiene racial”, se emprende, entre otras medidas, la supresión masiva de discapacitados físicos y mentales, enfermos incurables, niños deformes y demás lastres para la sociedad —el programa denominado Aktion T4—. Esterilización y supresión siguiendo, de nuevo, criterios de selección. Pero, claro, cuando lo hacían los nazis era otra cosa.
Curioso que la retirada Esperanza Aguirre no parase de comparar a Goebbels, Ministro de Propaganda del régimen, con Pablo Iglesias, o viceversa. Según ella, el actual vicepresidente aspiraba, ya en su etapa de opositor, a monopolizar el control de los medios de comunicación para evitar la crítica y la disidencia. El gobierno regional quisiera, pero sencillamente no puede. A la señora Ayuso le crecen los enanos y, tristemente, los cadáveres ya no le caben ni debajo de las alfombras ni dentro de los armarios.
“Vidas indignas de ser vividas”, se las denominaba entonces. Muchos miles murieron en el Aktion T4. Se estima que, entre septiembre de 1939 y el final de la guerra en 1945, unas trescientas mil personas fueron asesinadas en hospitales psiquiátricos de Alemania, Austria, la Polonia ocupada y el protectorado de Bohemia y Moravia. Entre ellos también se cuenta Herta Schreiber, desaparecida con tres años recién cumplidos, que en la foto llora su aciaga suerte. Esa a la que el famoso doctor Asperger la había condenado al recluirla en el pabellón pediátrico de la tétrica clínica Am Spiegelgrund por estar aquejada de encefalitis: “Trastorno severo de la personalidad (¿post-encefalítico?): Retraso motor más severo; idiotez erética —relativo al eretismo, es decir a una actividad muy intensa, y limitada en el tiempo, de un organismo o parte de él—; convulsiones. En casa, la niña debe de ser una carga insoportable para la madre, que ha de cuidar a cinco hermanos sanos. El ingreso permanente en Spiegelgrund parece absolutamente necesario”, había dictaminado el médico.
Porque los números de la tragedia también tienen rostros, no lo olvidemos nunca.



doctor Asperger y Herta Schreiber en clinica Am Spiegelgrund
Doctor Asperger y Herta Schreiber en la clínica Am Spiegelgrund

eutanasia nazi
"Vidas indignas de ser vividas", según el nazismo



Anciano apenado (En la puerta de la eternidad) Vincent van Gogh​ 1890
Anciano apenado (En la puerta de la eternidad), Vincent van Gogh​ 1890


Elton John y Melbourne Symphony Orchestra, Sixty Years On (Sydney, Australia, 14 de diciembre de 1986)

MATAR A UN RUISEÑOR


Atticus recibe el respeto del público negro mientras, derrotado tras demostrar la inocencia de su cliente, abandona la corte.



Atticus Finch, protagonista de Matar a un ruiseñor, sigue siendo, según las encuestas, el héroe preferido de los norteamericanos. Ni Superman ni Batman ni el increible Hulk: Atticus Finch. Atticus Finch, un anónimo abogado de provincias, un tipo conciliador, equilibrado y sereno. Un hombre común, pero no precisamente del montón. Un ciudadano americano corriente, dotado de todas las virtudes que a quien dirige actualmente el país le faltan. Un tipo con el que aún hoy, por lo que parece, muchos estadounidenses se sienten identificados.

Sobre el fondo de la discriminación racial, Harper Lee escribió un bellísimo canto a la pérdida de la inocencia. De aquello hace ya sesenta años, pero pareciera ayer. Hay cosas que no cambian nunca. El fin de la infancia es siempre una tragedia. Crecer implica descubrir que el mundo dista mucho de ser perfecto. Porque, en efecto, dista mucho de ser perfecto, es cierto. No obstante, si las encuestas y las movilizaciones no me engañan, Estados Unidos aún tiene remedio. Sus ciudadanos, algunos de sus ciudadanos, aún tienen salvación. Y si es así, sus instituciones también han de tenerla. Una democracia requiere de igualdad y justicia.

Hay cosas que no cambian nunca, es cierto. Pero hay otras que sí pueden cambiar; basta, simplemente, con quererlo. I've got a dream too. Así que ¿por qué no soñar todos juntos un mundo nuevo?

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Y ese día, no me cabe duda, los mansos heredarán  la tierra. 


Portrait of a Young Man, Sir Joshua Reynolds, Salome Guadalupe Igelmo
Portrait of a Young Man, Sir Joshua Reynolds (1770)




Richie Havens, Freedom (Woodstock, 1969)

Odetta, Sometimes I Feel Like a Motherless Child

YO TAMBIÉN FUI HERIDO EN WOUNDED KNEE

Wounded Knee, Salome Guadalupe Ingelmo
Masacre de Wounded Knee, 29 de diciembre de 1890


Así resulta muy fácil llenarse la boca de "Patria". Las palabras vacías no suponen ningún esfuerzo y donde no existe dignidad ni honor no cabe el compromiso.
Que se lo cuenten a todos los afroamericanos, hispanos, asiáticos e indios nativos —y mira que, con sus famosas películas del Oeste, dejaron pocos y bien jodiditos— que dieron sus vidas por un país consagrado a amamantar únicamente a sus hijos predilectos, los supremacistas de siempre; al poderoso hombre blanco, encarnado ahora en un descendiente de inmigrantes cuyo único mérito consiste en haber heredado una fortuna familiar amasada gracias, una vez más, al sudor de otras frentes: a un lucrativo negocio de prostitución puesto en pie por su emprendedor abuelo alemán. Un racista que, olvidando sus humildes orígenes, reprodujo el mismo patrón imperialista y se compró no una sino dos mujeres —me refiero únicamente a sus esposas oficiales, no a todas aquellas a las que ha acosado, obviamente— del este de Europa, modelos. 
Porque las razas inferiores —y ahí, por supuesto, habríamos de incluir a todo el sexo femenino, independientemente de su color— también tienen su utilidad. Lo importante es que no olviden jamás cuál es su papel y el lugar que les corresponde en una sociedad ordenada y respetable. Creo que lo dice la Sagrada Biblia.


Elizabeth Christ y Friedrich Trump, Salome Guadalupe Ingelmo
Elizabeth Christ y Friedrich Trump

Peones orientales en la construcción del ferrocarril, Salome Guadalupe Ingelmo
Peones orientales durante la construcción del ferrocarril en Estados Unidos

Esclavos negros, plantacion algodon, Salome Guadalupe Ingelmo
Esclavos durante la recogida de algodón en una plantación de Estados Unidos


Richard Ansdell, la caza del esclavo, Salome Guadalupe ingelmo
Richard Ansdell, La caza del esclavo




We were all wounded at Wounded Knee, Redbone 
 

Lithium, Evanescence 
 

Bury my heart at Wounded Knee, Buffy Sainte-Marie

HOY PUEDE SER UN GRAN DÍA



Hay que joderse, uno sale de casa, escrupulosamente pertrechado como Matt Damon en The martian, a primera hora para no molestar a los demás, con la única intención de hacer la compra en santa paz y, mientras, dócil y obediente, guardas cola para entrar en el súper, ya te tienen que reventar el día. No, Joan Manuel, no: creo que, por mucho que nos esforcemos, hoy no va a poder ser. Porque, aunque hayas llegado a pie como es tu costumbre, tienes la desagradable sensación de haberte dejado el DeLorean en alguna parte
     Justo delante, el nostálgico, de unos sesenta y pico, arenga a una ancianita quizá no mucho más mayor que él —la vida, así de cabrona, pasa factura, y no siempre a los que debiera—: “[Bla, bla, bla, bla. Bla]… Estos señoritos todavía pretenden hacer creer que la sanidad pública la han inventado ellos. La sanidad pública —No sé muy bien si por “sanidad pública” entiende los internamientos en cárceles y campos de trabajo (esclavo) y "reeducación" (es decir campos de concentración), el tiro en la nuca en tapias de cementerios y cunetas, la Ley de Vagos y Maleantes o el rapto de niños de familias desafectas al régimen— la inventó Franco, tanto que lo critican. Y ahora, además de meterse con Ayuso, le echan la culpa de lo de los asilos también a Florentino Pérez —por sus inversiones en ese delicado sector tan mal gestionado, como en otros—”. Y más bla, bla, bla, bla.
     Yo mantengo la distancia social —en este caso, no solo por mi proverbial civismo, sino porque no me cabe duda, sin necesidad de test, que podría pegarme algo muy contagioso y realmente indeseado— y un escrupuloso silencio —No hago meditación, pero dispongo de un autocontrol fuera de lo común, fruto de mi muy cultivada disciplina—; la cortesía me impide inmiscuirme en conversaciones ajenas. No obstante, aún así, el tipo me mira de reojo desconfiado, con indicios de culpa; como un cachorro malcriado que acaba de cagarse en la alfombra. Se ve que, aunque la mascarilla solo me deja los ojos al descubierto, no debo de tener muy buena cara. Yo es que soy así de natural: a pesar de mi exquisita educación, cuando se me revuelven las tripas se me nota. Y tanto me hace perder la serenidad que, a pesar de mi memoria de elefante, se me olvida la lista de la compra. Que, aunque la llevo escrita, aprovecho la coyuntura sanitaria para poner en práctica el ejercicio de, con la excusa de no manipular objetos fuera de casa, aprendérmela de memoria. 
    “No, hable usted, hable. Si aquí, para muestra un botón, se puede decir cualquier cosa. Cualquiera. Si este, todavía, es un país libre. Gracias a unos cuantos. Algunos de los cuales, afortunadamente y de milagro, lograron sobrevivir a ese régimen que usted tanto echa en falta”.
     A Madrid, que fue la que más resistió y la última en caer en el 39, no la discriminan, como he escuchado últimamente; en Madrid, lamentablemente, nos significamos solitos.


Arturo Reque Meruvia, Alegoría de Franco y la Cruzada
Alegoría de Franco y la Cruzada, Arturo Reque Meruvia


Al bando vencido, Ismael Serrano




Hoy puede ser un gran día, Joan Manuel Serrat


CIVIL WAR



La foto, capturada unos años atrás en la Garganta de la Buitrera, en Gargantilla, en las proximidades del arroyo Pasafríos, ilustra cómo la naturaleza sabe sacar provecho de la misma muerte. Los huesos mondos no reflejan siquiera el final de la cadena: una vez deshechos, servirán también de abono a las plantas.
     No obstante, algo en mí se revuelve y advierte la necesidad de pedir disculpas; el símil parece indigno y ofensivo para los buitres, esas majestuosas aves, infinitamente más nobles que nuestros políticos.
    Últimamente, cuando cometes la osadía de ver una sesión en el Congreso, te asaltan aún más náuseas de lo habitual. Sobrevuelan los cadáveres oscuros animales carroñeros, de esos que no le hacen ascos a ningún tipo de despojo.
     Mientras inocentes, gentes de bien, mueren antes de tiempo y en vano, el más sórdido e infame "guerracivilismo", el populismo de derechas en general, tristemente, parece más sano y lozano que nunca.
     Parásitos, necrófagos y quienes se alimentan de la putrefacción engordan un poco más cada día, alentados por nuestra tolerancia y tácito consentimiento.

Hoy Europa conmemora el fin de la Segunda Guerra Mundial; pero en España que aún es diferente seguimos a navajazos.


Victor Mikhailovich Vasnetsov After the Battle between Prince Igor Svyatoslavich of Kiev and the Polovtsy
Victor Mikhailovich Vasnetsov, After the Battle between Prince Igor Svyatoslavich of Kiev and the Polovtsy (1880)


Civil War, Slash & Myles Kennedy (Max Sessions)


O en versión más cañera

Civil War, Slash ft.Myles Kennedy & The Conspirators

DOS DE MAYO, DÍA DE LA RESISTENCIA



     La foto fue tomada la mañana del 3 de marzo. Aunque algunos árboles comenzaban a florecer tempranamente, algo hacía presagiar la tragedia. Las torres son cuatro y no dos, pero el ambiente empezaba a evocar el de Mordor.
     Tardaremos mucho en ver la luz en Madrid. No vivimos en la Tierra Media, sino en lo que se diría tierra de nadie. 
     Pero esta ciudad es recia, y por tantas ha pasado. Saldremos una vez más, aunque tampoco ésta indemnes. Hemos perdido muchos hijos e hijas que esta antaño hospitalaria urbe, donde ya todos parecemos extraños, paradójicamente, hizo propios.
     Otrora Madrid se convirtió en un símbolo, un concepto; quizá hoy vuelva a serlo. Defendamos nuevamente sus imaginarios muros y abatamos los mentales. 
     Porque Madrid es tierra de todos. Así que, a oriundos y forasteros, feliz Dos de Mayo, día de la resistencia.


 Joaquín Sorolla Defensa del Parque de Artillería de Monteleón 1884
 Joaquín Sorolla, Defensa del Parque de Artillería de Monteleón (1884)


Pongamos que Hablo de Madrid, JoaquÍn Sabina y Viceversa (1986)

EL VERDADERO VIRUS


"El virus viene a sacar lo mejor de nosotros", dijeron.
Lamentablemente, tengo ya una edad: el síndrome de Peter Pan queda un poco lejos. Yo no habito esa realidad paralela fabricada con algodón de caramelo. El mío es otro país, uno bajo en azúcar: uno mucho más crudo y acervo. Como un fruto madurado mal o recolectado antes de tiempo.
Manipulación, descalificaciones, bulos, falacias, vulgar veneno... Abyectos intentos por sacar rédito político a cualquier precio. Incluso a costa de los muertos. Veladas o burdas alusiones a un levantamiento. Olvidamos demasiado pronto las consecuencias de un conflicto bélico. La guerra incivil alarga su sombra negra sobre los tibios cuerpos.
No sé si es mayor la repugnancia o la pena. Quizá nada sirva de nada. Acaso no exista redención posible; tal vez el hombre no tenga remedio.


Tiziano, Cain y Abel
Tiziano, Caín y Abel


Iva Zanicchi, La riva bianca, la riva nera

¡NO SOY UN ANIMAL!

Salomé Guadalupe Ingelmo, Calvario


Si algo sólido ha aportado esta pandemia hasta el momento es un fiel retrato de la naturaleza de cada uno de nosotros. Ya no cabe esconderse tras discursos deliberadamente ambiguos; en esta particular Semana Santa de Pasión, toda ha sido definitivamente revelado. Ha quedado muy claro quién es cada cual. Y yo no albergo ninguna duda al respecto de mi bando. ¡Honor, compañeros!


Fedor Andreevich, El campo maldito. Lugar de ejecución en el Imperio Romano. Los esclavos crucificados (1878)


La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese. BSO de Peter Gabriel (The feeling begins)


Now We Are Free, Hans Zimmer y Lisa Gerrard. BSO de Gladiator, dirigida por Ridley Scott

ESTRATEGIAS



Ahora Donald Trump, el brillante autor de estrategias innovadoras como “una bufandita sobre la boca y a producir”, congela los fondos estadounidenses destinados a la OMS, a la que culpa de haber minimizado los riesgos que entrañaba el COVID19, acusándola de ser responsables de la muerte innecesaria de muchos de sus compatriotas y del agravamiento de las previsibles consecuencias económicas. 

De todos es sabido que la teoría del gas involuntario en el ascensor o en el jacuzzi —es decir, la mejor defensa, un ataque— suele ser el argumento más recurrente entre los regímenes autoritarios y sin capacidad crítica —bien lo sabemos los españoles, a los que se nos vendió esa moto de la autarquía durante el largo franquismo—; pero a estas alturas de la película, viniendo de quien viene y teniendo en cuenta que el individuo en cuestión, en un vano intento por no ralentizar la economía del país, ni siquiera ha tomado medidas para un confinamiento drástico como los responsables de varios estados pedían urgentemente, la desfachatez pasma. 

Se comprende que el tipo ha de pensar en sus propios intereses de cara a la próxima campaña electoral. Aún aspira a rentabilizar de algún modo la tragedia que vive Estados Unidos, a la cabeza mundial en cifras de contagiados y fallecidos. Se propone, cuanto menos, amortiguar el golpe que supondrá para sus potenciales votantes esa trinchera infinita abierta en la conciencia con excavadoras: cuidadosamente rellenada con doble fila de ataúdes en un espacio que se diría suburbial, en los confines de un paisaje apocalíptico que algunos desearían desterrado al olvido cuanto antes. Mi mente rememora, involuntariamente, el desenlace de Gangs of New York, ese cementerio sin lápidas ni nombres. Y me digo que, bien entrados en el siglo XXI, las cosas no han cambiado tanto: el sueño americano y el “progreso” se siguen cimentando sobre los cadáveres de los prescindibles, sobre el sacrificio de los caídos. Pero es hora que ese gran país, si de verdad quiere ser grande, deje de soñar y despierte. Es hora de abandonar los cuentos de hadas y de ofrecer algo más que la espalda a los ciudadanos. Naturalmente, el “país de las libertades” será “libre”, una vez más, de hacer lo que guste en las elecciones; suyas serán las urnas y sus consecuencias. 

Entre tanto, yo propongo a nuestros ciudadanos —el Estado que haga lo que considere más oportuno—, los españoles, que son al tiempo consumidores, que dejen de adquirir productos de empresas norteamericanas: ni tecnológicos ni alimentarios ni de ningún tipo. Un individuo cuenta con la oportunidad de manifestar su opinión de varias formas, y esta me parece la más elocuente y persuasiva. Como a Donald Trump nadie le puede decir lo que tiene que hacer, a mí, a ti y al otro, tampoco. Cerremos el grifo. 

Para finalizar, yo pediría a los políticos que, en lugar de las payasadas, se dediquen a lo suyo, si es que acaso aún tienen claro de lo que va. Para los chistes, para escribirlos y contarlos, ya están los profesionales del humor, que son infinitamente más graciosos y mucho menos torpes. Y esto, por supuesto, va por Trump, por la señora Álvarez de Toledo y por todos sus compañeros —a los del circo integrado por distintas siglas políticas me refiero—. Pues sí, tiene razón ella: escuchando a otros, aprende uno a apreciar hasta a Rajoy. Sobre todo, cuando daba la callada —o el plasma— por respuesta. 



Joaquin Sorolla, Trata de blancas
Joaquin Sorolla, Trata de blancas (1894)


Gangs of New York, desenlace 


U2, The Hands that Built America 

HE VISTO COSAS QUE VOSOTROS NO CREERÍAIS




     Todo este dolor se diluirá como el llanto en la lluvia. Un día, nos levantaremos y descubriremos que el tiempo, como siempre, ha desempeñado su función, la más ingrata.
     Pero todas esas chispas fugaces que se han apagado fueron personas: cada una de ellas tuvo, por unos breves instantes, antes de que se cerrasen, el universo infinito ante sus ojos.
     Un día, el tiempo y la lluvia habrán jugado su parte en este macabro devenir sin memoria.
    Cuando llegue ese día, recordad que, incluso bajo la lluvia, las lágrimas son saladas y están hechas de otra pasta. No os endurezcáis, no olvidéis. No permitáis que, cayendo, encuentren solo una tierra yerma.
                                                                                                                                                                                                                                                                                           (S. G. I., Madrid, 31 de marzo de 2020)


Stańczyk, Jan Matejko
Stańczyk, Jan Matejko


Como lágrimas en la lluvia, Blade Runner (Ridley Scott)


OTRA DOSIS DE IGNOMINIA EN EL TELEDIARIO

Salome Guadalupe Ingelmo - Templo Bel - Palmira
Templo de Bel, Palmira (Siria), 1996


Misión arqueológica italiana (Pisa-Bolonia) en Tell Afis, Siria 1996.
Si en Pisa me descubrí a mí misma, en Siria, en Palmira, descubrí a Dios.
De Siria, amén de su salvaje pero serena belleza —la belleza reposada de los años, del silencio en su desierto sin horizonte—, en mi memoria, sobre todo, la sobrecogedora hospitalidad de sus gentes, siempre solícitas con el peregrino. Esa hospitalidad a la que hoy no correspondemos.
Han pasado, por encima de todos nosotros, muchos años. Siria en 96… ¿Dónde estaréis hoy, compañeros?


Salome Guadalupe Ingelmo - Norias de Hama
Norias de Hama
Salome Guadalupe Ingelmo - Qal'at Sim'an - Iglesia de san Simón Estilita
Qal'at Sim'an, Iglesia de san Simón Estilita

La última mirada de Zenobia sobre Palmira, Herbert Gustave Schmalz
La última mirada de Zenobia sobre Palmira, Herbert Gustave Schmalz


The Cranberries, Zombie




Los verdaderos protagonistas estan aquí