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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

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ECLIPSE


SACRIFICIO TEOTIHUACANO
Tejes hilos de algodón
dulce –y perecedero–
Comprendo demasiado tarde;
en tus pegajosas redes me enredo.
Una trampa, al fin, es tu boca:
nido de avispas y víboras.
Con dentelladas y aguijonazos
tatúan a su víctima.
Soy prisionera marcada
en tierra distante y fría;
no hay posibilidad de huida.
Todo me has quitado,
todo:
manejas el cuchillo con maestría.

He perdido mis huellas de antaño;
alguien me ha borrado el camino.
Me rechazan las duras piedras,
no me reconoce el agua del río.
Bajo un árbol nevado de calaveras
me resigno a esperar mi sino.
Veo mi corazón en tu mano
–sístole, diástole…
sís-to-le… diás-to-le…–,
cada vez menos vivo.
Sobreviene inevitablemente el eclipse:
es el final de un ciclo.
                                                                             (S. G. I., Madrid, 18 de noviembre de 2011)

Para escuchar From the forest, BSO de la película Apocalypto

Para escuchar Words through the sky, the eclipse, de la misma película


A pesar de que Mel Gibson, especialmente como director, no es santo de mi devoción y de que personalmente advertí en esta película un regustillo racista… Lo mismo es que le tengo manía y veo fantasmas, también, donde no los hay.

PRIMERAS NIEVES EN EL PINAJARRO


Estos días, casi siempre, mal tiempo: lluvia, fortísimo viento... En las cumbres, lecho de hielo. Paisaje para perderse, porque perderse fuera a menudo equivale a encontrarse por dentro.

INSOMNIO
Ya no quiero cerrar los ojos,
aunque ocaso manda:
paraje deshabitado
en mi lecho de escarcha
ausencia de sueños:
sabana blanca
El sol está lejos;
quizá me descongelen
del cielo las lágrimas.
                                                                               (S. G. I. Madrid, a 4 de noviembre de 2011)

Para escuchar a Secret Garden interpretando su Adagio
http://www.youtube.com/watch?v=nNL9Lole-iE&feature=related

LA NIEBLA: UN APRENDIZAJE DEL ALMA


Las fotos fueron tomadas en Collao de Enmedio, en Gargantilla, el veinte de este mes. ¿Recordáis aquella salida en la que se me concedió, como casi siempre, absolutamente todo?

A pesar de la lluvia torrencial e ininterrumpida, aún puedo tocar la nieve al llegar a lo alto. Los últimos bastiones helados ceden: se deshacen bajo la caricia paciente de la lluvia. Que, a fuerza de gotear con tesón, a pesar de no resultar particularmente cálida, logra derretir la última resistencia. La respiración confundida, entrelazada, fundida en indisolubles nupcias con los vapores. Aliento de la montaña mezclado con aliento del caminante en un batallado beso.

No hay nada tan acogedor, tan protector, como la niebla. Solas Ella y yo: fingiendo ser las únicas, las últimas (o las primeras) pobladoras de nuestro particular Paraíso.

Descubrí los efectos que la niebla tiene sobre mí por primera vez de camino al Pinajarro. Pero a veces se vive por primera vez en un lugar y sin embargo se descubre en otro. O quizá se descubra cada vez. Y sin embargo hay veces más reveladoras que otras. La niebla, para mí, permanece ligada al trayecto que conduce a Collao de Enmedio. Y allí la busco, y hasta allí la persigo cada vez que intuyo su visita. Es galante y solícita: nunca me hace esperar. Al menos no más de lo estrictamente necesario para avivar el deseo. Esta vez es particularmente densa, como si hubiese entendido. La más densa que me haya abrazado jamás. La más intensa.

La niebla no embota los sentidos, antes bien los agudiza. En ella suele reinar el total silencio. Tal es su embrujo que hasta las aves más indiscretas callan aturdidas, fascinadas por el misterio.

La niebla impone sus propias reglas. Es un aprendizaje emocional que enseña, sobre todo, a hacer uso de la confianza. Confianza en uno mismo: para avanzar a ciegas, palpando sólo la etérea gasa. Confianza en lo que habita fuera: porque no es fácil quedar, voluntariamente, a merced de otras manos.

Y así se camina, tras un cierto entrenamiento, seguro: haciendo uso de la memoria, recordando dónde estuvo cada piedra del camino antes de ser cubierta. Se avanza sabiendo que algo podría haber cambiado de lugar inadvertidamente, que podríamos tropezar y caer. Pero confiando a un tiempo en que el amor, capaz de hacer echar raíces a las más duras rocas, nos sostenga.

En la niebla se busca. Se busca permanentemente. Y siempre se encuentra.



Para escuchar I will find you (parte de la banda sonora de El último mohicano), interpretada por los Clannad

 
 
 





COLLAO DE ENMEDIO (GARGANTILLA) A 20 DE FEBRERO. LLUVIA PURIFICADORA


Me dirijo a Gargantilla, a Collao de Enmedio. Voy, como casi siempre, en busca de lo que necesito. Y Ella, como siempre, me lo da absolutamente todo: lluvia torrencial todo el trayecto (de ida y vuelta), cielos entre el plomizo y el negro, ausencia total de luz, niebla espesa y nieve.


“¿Qué ha hecho un recorrido así con esa lluvia que caía hoy sobre la zona? ¡Esta mujer está loca!”. ¿Y bien? Yo nunca lo he negado.

Una experiencia dura: con la riada que se origina en determinados puntos del camino, el lodo denso que resbala y succiona y martiriza los músculos de las piernas, el agua helada que fustiga incluso los ojos, caminando todo el trayecto sin ver el suelo, de memoria, confiando en saber intuir cada piedra del camino para no tropezar, con el peso del equipo que aumenta por momentos al empaparse, al beber ansioso el agua que cae del cielo... Una experiencia única, como es única cada una de ellas. Porque las emociones que embargan en días como éste no se pueden comparar con nada. Con absolutamente nada. Sí, ya sé que cuando nos enamoramos nos llenamos de ilusión, el mundo parece nuevo y sentimos con mayor intensidad. Pero es que con Ella no se cae nunca en la rutina, y la intensidad de los sentimientos no disminuye con el tiempo, sino más bien al contrario. Las mariposas en el estómago no perecen nunca. De hecho vuelan con más entusiasmo en invierno.

Nada tiene en común esta lluvia con la del día 16, mucho menos densa pero infinitamente más dolorosa cuando abofeteaba el rostro. También hoy había lodo, mucho lodo, por supuesto. Pero, como podréis ver, había al tiempo verde y fresco musgo por doquier y grandes madejas de líquenes. Hoy había vida. Hoy se olía, incluso, un principio de primavera, aunque leve, a la salida del Castañar del Duque. Aún no han florecido los espinos blancos ni los rosales silvestres, y sin embargo…

La lluvia hoy lavaba. Y ha sido una consoladora ablución, una incomparable experiencia sumergirse en los profundos charcos, en esos espejos en los que se reflejan los robles aún desnudos, vestidos sólo de un incipiente y tibio deseo. Quizá celosos de las flores tiernas de los sauces blancos. Porque de esos charcos se sale siempre renovada.

En definitiva, hoy, bajo la lluvia, ha sucedido algo. Suceden siempre cosas ahí fuera; suceden siempre cosas aquí dentro. Y puede, querido amigo (ya que tanto te gusta citar a Pessoa), que a partir de ahora, a veces, sólo a veces, el poeta sea un fingidor. Aunque seguirá siendo al tiempo, como siempre, totalmente sincero. Quizá en eso consista convertirse en un profesional. Lo veremos.

Si estás ahí (mis simbólicos rituales y yo): ahora me encuentro en condiciones de volver al trabajo de nuevo. Evidentemente no lo he abandonado en ningún momento (¿se puede acaso dejar de respirar?). Pero ahora estoy en condiciones de hacerlo como suelo. Aunque esto, obviamente, no cambia nada de todo lo demás. Me pongo manos a la obra.

Por supuesto da tiempo a escuchar muchas cosas en tantos kilómetros, pero hoy quiero dejaros una en particular. Una de mis muy amados Jethro Tull, o de mi muy amado Ian Anderson. Porque quizá los verdaderos montañeses vuelvan a ser reyes un día. Y porque cuando la escucho en determinadas circunstancias yo ya me siento… no una reina sino una leal vasalla, una súbdita profundamente enamorada de esa generosa señora. Porque en esos momentos me siento repleta por dentro, como nunca nadie ha conseguido llenarme. Y también, por supuesto, porque un caballero que ha llevado mallas durante tantos años con tanto garbo ha de merecer, al menos, fidelidad. Si no devoción.



Para escuchar Mountain men de los prodigiosos Jethro Tull:


Los verdaderos protagonistas estan aquí